Triana: lo que es y lo que fue
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Vista aérea de Triana tomada desde el hotel Eurostars 5* de Torre Sevilla. / FOTO: Javier Fernández Maeso.
Una mirada al pasado costumbrista del barrio a extramuros más inmortalizado
La historia podría escribirse siguiendo los hitos que fijan su construcción. El ayer y hoy del lugar que conocemos como Triana ha evolucionado en su estética de forma considerable. Probablemente muchos lectores no consigan identificar los restos de aquel añejo barrio que fuera escenario de encuentros y reuniones de lo más variopinto, pero lo cierto es que Triana se perfila como el barrio sevillano extramuros que más veces se ha capturado en postales desde finales del siglo XIX. Queda grabada en sus adoquines la vida que allí se vivió y que hoy se continúa gestando, ese ayer cuyo contraste arquitectónico y urbano nos hace viajar en el tiempo.
EL ARRABAL TRIANERO
Para conocer el alma y la idiosincrasia trianera es necesario adentrarse en su arrabal que tantos momentos históricos ha vivido. Como máximo exponente de la personalidad y referencia arquitectónica de la zona está la capilla de la Virgen del Carmen, erigida entre 1924 y 1928 por el arquitecto Aníbal González y Álvarez-Ossorio. Le sigue el Altozano que fue nudo básico de las comunicaciones entre la capital y el Aljarafe, zona principal de abastecimiento de la ciudad.

Capilla del Carmen en la actualidad. / FOTO: Javier Fernández Maeso
Si hablamos de calles, la conocida Pureza tuvo muchos nombres antes de ser bautizada tal y como la denominamos hoy. Según el estudioso e investigador Manuel Macías Míguez, la arteria que naciera con la iglesia de Santa Ana, se llamó primero Santana (1431), luego Ancha (1533), Larga (1665) y Larga de Santana (1778), hasta llegar en 1859 a ser designada como Pureza.
La calle Pagés del Corro fue adoquinada por primera vez en 1920 y sufrió un ensanche en los años cincuenta del mismo siglo. Ahora este espacio lo ocupan las calles Gustavo Bacarisas y Génova y la plaza Virgen Milagrosa.
Otra vía fundamental de la zona, San Jacinto, fue también ensanchada durante los primeros años cincuenta del pasado siglo XX. La calle fue rotulada en 1911 por el ceramista trianero Manuel Carriedo, aunque no siempre mantuvo ese nombre. En 1931, en plena Segunda República, se dedicó a Karl Marx hasta que en 1936 volvió a llamarse como la conocemos hoy en día.
Esta arteria constituyó el camino de San Juan de Aznalfarache desde la construcción del Puente de Barcas entre 1170 y 1171. Por iniciativa del califa almohade Abu Yacub Yusuf, fue el primer viaducto de la ciudad de cuya presencia hoy no tenemos el privilegio, ya que en su lugar se encuentra el Puente de Isabel II que lo sustituyó en 1854.

El Cachorro cruzando el Puente de Triana (oficialmente denominado como Puente de Isabel II) en la tarde del Viernes Santo de 2018 / FOTO: Javier Fernández Maeso
A pesar de su ausencia, es importante recordar este nexo que una vez unió las dos orillas del Guadalquivir y que fue testigo del costumbrismo de la friolera cifra de setecientos años. No podía ser otra que la Hermandad de Nuestra Señora de la O la primera en cruzar dicho puente para llegar hasta la Catedral, en vez de cumplir su estación de penitencia en la iglesia de Santa Ana.
Chapina, una zona clave del Guadalquivir en Sevilla, fue motivo de polémicas en los años cincuenta por la acumulación de tierras a los bordes del río -tapón de Chapina-. A pesar de las conjeturas, salvó a la ciudad de las riadas con la ayuda de la Corta de la Cartuja, permitiendo, igualmente, la construcción en 1959 del paseo y la Avenida del Cristo de la Expiración (El Cachorro). Hoy podemos disfrutar del puente diseñado por el ingeniero trianero José Luis Manzanares Japón y que se bautizó con el mismo nombre.
Sobre la historia del Puente de Isabell II, más comúnmente conocido como Puente de Triana, existe una anécdota que quizás muchos lectores desconozcan y que seguramente sea inconcebible a día de hoy. Esta obra emblemática, edificada en 1852 por los ingenieros Gustavo Steinacher y Ferdinand Bennetot, estuvo a punto de ser derribada para construir en su lugar otro puente nuevo. Por fortuna el puente se salvó gracias a su declaración oficial de monumento histórico nacional en 1976.
EL BARRIO DE LOS REMEDIOS

A la derecha de la imagen se aprecia la Torre de los Remedios, en esta fotografía tomada desde las cubiertas de Torre Sevilla. / FOTO: Javier Fernández Maeso
Lo cierto es que cuando la ciudad de Sevilla llevó a cabo su proyecto más suntuoso de expansión urbana a finales del siglo XIX y principios del XX, Los Remedios no fue un terreno con abundante protagonismo. Hasta 1912, cuando, gracias a Miguel Sánchez-Dalp y Calonge, se vio en dicha zona un potencial susceptible de ser explotado urbanísticamente hablando.
Aunque su planteamiento inicial era seguir el modelo arquitectónico de Ciudad Jardín (Nervión) y Hoteles del Guadalquivir (Heliópolis) añadiendo zonas verdes, tal y como mandaba el proyecto de Mercadal que el Ayuntamiento había aprobado, en la práctica no se siguió de forma rigurosa.
Las primeras viviendas se construyeron en 1937 y son conocidas como Los Remedios Viejos. Ahora, la Plaza de Cuba y la vía central de la Avenida República Argentina son las aportaciones de máximo esplendor de la barriada. Si bien, no todas las construcciones son dignas de admirar. En este mismo paseo se alza la (hoy ya acabada) Torre de Los Remedios, pero antes de ser la fastuosa edificación que conocemos, fue la ropa sucia de la vecindad durante más de veinte años en los que se mantuvo inacabada, reflejando la incapacidad de gestión y económica de Sevilla por aquel entonces.
El ayer de la actual calle Betis nos conecta con la zona conocida como Puerto de Camaroneros, donde las cigarreras preparaban las embarcaciones para visitar la otra Sevilla vecina, comunicadas por el río. Ahora, este mismo lugar lo ocupa el conocido restaurante Río Grande.

Mirador del Muelle Camaronero, recuperado para el acceso de los vecinos hace algo más de un año. / FOTO: Javier Fernández Maeso
Beatriz Sánchez