Pionera del cuplé por bulerías y 51 años en la música: así es Carmen Montoya
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Javier Fernández Maeso
La Comisión organizadora de la Velá de Santiago y Santa Ana ha nombrado a Carmen Montoya Fernández Trianera de Honor. En una primera entrega de esta entrevista, la cantaora nacida en el número 11 de la calle Evangelista narraba su experiencia vital en la Triana de los corrales, al tiempo que rememoraba a personajes característicos de la Cava de los Gitanos, se adentraba en el flamenco de arrabal y relataba el éxodo de muchos trianeros relegados al extrarradio.
Pero es hora de centrarse en ella y conocer más a fondo a Carmen Montoya. Medio siglo de trayectoria lleva a las espaldas esta artista de raza y talento, perteneciente a la trianera saga de los Montoya. Es esposa del bailaor ‘El Morito’, madre de Carmelilla Montoya, cuñada de La Negra, hermana de Juan Montoya y tía de Angelita y Lole Montoya.
A continuación analizamos lo que dan de sí 51 años en el flamenco, la personalidad artística de Carmen Montoya, así como sus preferencias e inspiraciones musicales y la historia del innovador y majestuoso grupo Familia Montoya, abarcando su génesis, su evolución y anécdotas para llorar de risa.
UNA TRAYECTORIA MUSICAL ENVIDIABLE
De Triana al universo. Carmen empezó en el arrabal con 14 años y ganó un concurso de cuplés en Radio Nacional. Su primer trabajo fue a los 16 años en el tablao La Cuadra del tabernero y mecenas Paco Lira, dueño de la Carbonería. Ha trabajado 21 años en la compañía del bailaor trianero Curro Vélez.
Entregó su cante a la reconocida bailaora trianera Manuela Carrasco. Ha paseado su arte por los mejores tablaos del país, como el de Los Tarantos en Barcelona, junto a su marido, el bailaor El Morito. En la Ciudad Condal trabajó igualmente con la rumbera Maruja Garrido. Además pasó mucho tiempo en el tablao de Lola Flores en Marbella.
Cantó a ‘Los Bolecos’, el trío de bailaores compuesto por Farruco y los también trianeros, marido y mujer, Rafael El Negro y Matilde Coral, que tuvieron gran éxito a finales de los años 60 y principios de los 70. Con Lole y Manuel participó en diversas ocasiones, la más especial fue en el espectáculo ‘Nuevo día’ -45 días con todo el papel vendido en el Lope de Vega-.
“De ahí luego sacaron los demás mil espectáculos”, comenta. Este montaje “se basó en cómo vivían los gitanos en los toldos del Barrio Máquina, como mi marido y su familia. Por eso estaban los toldos en el teatro y sobre el escenario había un gitano haciendo canastas de mimbre en tiempo real, mientras se cantaba y se bailaba; en una hora hacía dos canastas encima del escenario”.
Su carrera nunca se detuvo. Se fue a Madrid con el bailaor cordobés Cristóbal Reyes en los 80. Aparte le cantó a Antonio Montoya Flores ‘Farruco’ y a su hijo ‘Farruquito’, que falleció en accidente de tráfico. Colaboró además con el bailaor Joaquín Cortés. Antes de componerse la Familia Montoya formó un dúo con su hija Carmelilla, muy joven por aquellas fechas, haciéndose llamar ‘Las Montoya’, “con dos camisitas verdes y dos falditas igual”. Aquello les llevó al tablao Los Gitanillos de La Pañoleta, regentado por Pepe Donaire.
En la Venta de Antequera, Carmen trabajó con Chiquetete y con los ‘Los Bolecos’, antes mencionados, en La Cochera. Ha recorrido todo el mundo con la Familia Montoya. Dentro de su seriedad, que también la trasladaba al escenario, se acompañaba con su baile y se daba “una vueltecita”, comenta.
Se retiró de la música al dejar el tablao de Curro Vélez a los 65 años, tras unos 51 años de trayectoria. Toda la vida viviendo de su arte y sacrificio. Su actitud multidisciplinar en la música ha hecho que no se centre en concreto en ningún género donde haya destacado mucho más que en otros, lo que no le ha impedido interpretar con maestría distintos géneros.
Tampoco ha sido artista de grandes alardes y siempre ha mantenido una posición humilde, lo que no quita que voces autorizadas comenten sobre su ejecución del cuplé por bulerías: “como ella no lo ha hecho nadie”, en la copla: “señora cantando. Como eran las maestras de la copla. Y está grabado”, en el flamenco: “ha estado con los mejores”.
La felicidad más grande que le ha dado la música ha sido subirse encima de un escenario y le encantan los teatros al considerarse “una artista seria de teatros”. Otra de las alegrías más señaladas, lógicamente, eran las fiestas en su casa.
INFLUENCIAS MUSICALES
Carmen Montoya nunca fue una flamenca cerrada. Le ha gustado todo tipo de música. En el flamenco escuchaba a la Fernanda y la Bernarda de Utrera; la Paquera de Jerez, por la que ha cantado muchas veces, es una de sus favoritas. Pero también disfrutaba con la música clásica, Frank Sinatra o Whitney Houston.
Cuando se le pregunta sobre si prefiere los cantes festeros como las bulerías o los tangos a los cantes menos alegres responde: “Me gustan las dos cosas. Me gusta la música mucho. Y lo flamenco, flamenco. Como Juan Talega por soleá, Antonio Mairena, Antonio Núñez ‘Chocolate’…”.
Siempre escuchó cantes grandes, “a todos los viejos”, como Pepe Pinto y La Niña de los Peines. En la copla le han gustado Rocío Jurado, Concha Piquer, las trianeras Marifé y Paquita Rico y asistió al Lope de Vega la última vez que cantó Juanita Reina. Le encantaba ver a las maestras de la copla en los teatros. También el cantante de boleros Moncho.
FAMILIA MONTOYA
El grupo ‘Familia Montoya’ se creó en el piso del Polígono Sur de Carmen Montoya. “Por ahí pasaban todos. Curro Romero, Rafael de Paula, María Jiménez… Entonces estábamos de fiesta una Nochebuena en mi casa y Manuel Molina y Ricardo Pachón, al vernos cantando a La Negra, a la Lole, a Aurora Vargas, a mí… tuvieron la idea. Manuel Molina le puso al proyecto ‘Familia Montoya’. Y desde entonces estuvo funcionando durante 14 años seguidos”, explica Carmen.
La primera ‘Familia Montoya’ estaba liderada por “La Negra, Raimundo y Rafaelillo Amador, mi marido (El Morito), mi hija Carmelilla y yo. A los dos o tres años se agregó mi hermano Juan -padre de Lole Montoya- que aparece por primera vez en el segundo disco”, indica. Después, Raimundo y Rafael Amador comenzaron con ‘Pata Negra’ y a la Familia Montoya se incorporaron los guitarristas Niño Jero y Miguel ‘El Roto’.
Cuando Familia Montoya actuaba en el sevillano tablao de ‘La Trocha’, que se encontraba en pleno apogeo allá por los 70 en la Ronda de Capuchinos, se formaban colas interminables.
“Nos lo pasamos muy bien por todos los sitios del mundo. Abriendo las puertas con las tarjetas”, cuenta Carmen riéndose, pues por entonces aquello era toda una novedad. La Negra le preguntaba “Carmen, ¿tú has perdido la tuya?” y ella le respondía “No, no… yo la tengo aquí”.
Otra anécdota ocurrió en Perú “en un teatro que te mueres”. Iba la Familia Montoya, Fernanda y Bernarda de Utrera, Chocolate… “Eso era la cumbre flamenca. Mi cuñada La Negra y yo salimos fuera para comprarles a las niñas chicas muñequitas de trapo en el puesto de unos peruanos que estaban en la puerta. Todo eso una hora antes de salir al escenario. Compramos cinco o seis muñecas. Cuánto valdrían los billetes que les dimos, que mientras estábamos hablando, los peruanos cogieron camino y nos dejaron el puesto entero”.
Pero la cosa no quedó ahí. Su hija Carmelilla Montoya estaba dentro del teatro maquillándose. La Negra y Carmen no aparecían. Su marido -El Morito- y su hermano Juan Montoya se desesperaban. “¿Dónde están estas dos peponas? ¿Dónde están estas dos…?”, se decían. Carmen Montoya y La Negra estaban en la puerta del teatro vendiendo las muñecas de trapo.
Tuvieron que ir a buscarlas porque era la hora de salir al escenario y no se movían de allí: “esperarse, esperarse que estamos vendiendo”. Carmen recuerda aquello pasándoselo bien y riéndose todo el tiempo. “Qué lástima de La Negra, qué age tenía ella, por Dios. Pobrecita mía”, se lamenta.
“Eso se ha acabado ya. Igual que se ha acabado Triana, se ha terminado el flamenco bueno. Ya no hay nada”, comenta pesimista. “Después de nosotros salieron muchas ‘Familias’ pero los pioneros fuimos la ‘Familia Montoya’”, aclara.
En el escenario, con la Familia Montoya también era más seria. Mientras que La Negra era muy dicharachera, Carmen era más templada. Un estilo diferente. Ese es uno de los grandes secretos de esta flamenca maratoniana, su personal seriedad combinada con el genio y la idiosincrasia de Triana.