La Velá eterna
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FOTO: Pablo Pozuelo.
Pablo Pozuelo
@Pozuelo91
Periodista
Ahora que nos encontramos metidos de lleno en nuestros “días señalaítos”, no podemos evitar echar la vista atrás y dejarnos llevar por la nostalgia. Por segundo año consecutivo, el sabor amargo no nos lo deja un puñado de avellanas verdes recién compradas en el Altozano, sino el hecho de pensar que la Fiesta Mayor de Triana no podrá vivirse en su plenitud.
¿Pero qué es realmente la Velá de Santa Ana? ¿Acaso esta sensación de vacío que nos invade está justificada? Es cierto que no es lo mismo si no podemos ver un río de casetas paralelo al propio Guadalquivir, pero va mucho más allá. Y os lo voy a demostrar.
La Velá siempre estará presente en su barrio mientras siga entre nosotros aquella que le dio nombre y es Abuela de todos los trianeros y trianeras. Como cada año, la podéis encontrar donde llegó hace ya casi ocho siglos por intercesión del Rey Sabio. El mismo lugar donde tuvo su origen esta fiesta que se ha convertido en nuestro emblema más preciado. De hecho, su Novena en su honor es lo único que la pandemia no ha logrado quitarnos ni en 2020 ni en 2021. Eso sí, echaremos de menos a la Banda del Santísimo Cristo de las Tres Caídas tocando los sones de la Nana de Santa Ana y las luminarias desde el campanario…
Pero el caso es que, en realidad, en Triana no solo celebramos la Velá de Santa Ana durante estas fechas ni depende de lo que un virus nos permita hacer. La verdadera Velá la forma la vida diaria de nuestro barrio y la alegría de su gente. Un legado forjado (en una forja de la Cava, por supuesto) gracias a los trianeros y trianeras que nos precedieron, a los que hoy en día escribimos esta historia y a los que en un futuro seguirán haciéndolo y llevando el nombre de Triana por bandera.
Tampoco podemos olvidar a los vecinos que un día cargaron sus maletas y cruzaron la orilla en busca de nuevos destinos por circunstancias de la vida. No se me ocurre un momento de mayor celebración en el barrio que ver volver, aunque sea por unas horas, a su gente de toda la vida. Esa que cada día se asoma al Puente de Triana en una foto colgada en su casa de otros barrios de Sevilla o cualquier parte del mundo.
Mientras la vida de Triana siga latente, siempre habrá una Velá que celebrar de una u otra manera. Eso sí, ojalá superemos esta cucaña tan difícil y cojamos por fin la bandera que nos permita volver a abrazarnos y tomar algo juntos en calle Betis, de la forma que nos gusta a nosotros.