Unos cuantos destrozando el sacrificio de todos son demasiados
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Javier Fernández Maeso
@JaviFdezMaeso
Director de Triana Digital
“Me llaman el loco de la calle donde vivo porque no me importa lo que hagan los demás. Yo vivo mi vida para poder disfrutar. Ni la salud, nonainonainoná, la libertad…”. Aquello que cantaban Los Chunguitos es lo que deben estar pensando los trianeros que durante estos días se saltan con alegría las normas de la fase 0 de la desescalada. Se acabó la ojana. Si bien es cierto que durante las jornadas más duras y restrictivas de la cuarentena la inmensa mayoría de los trianeros han mantenido un comportamiento ejemplar, ahora unos cuantos, que para los tiempos que vivimos son demasiados, echan por tierra lo conseguido durante tantos días por todos, ante la pasividad de los cuerpos de policía.
En esto de cachondearse de las normas para protegernos de nuevos contagios de coronavirus hay distintos niveles de poca vergüenza. En el nivel más ‘light’ se encuentran aquellas personas que para pasear o hacer ejercicio quedan con un amigo, vecino o familiar con el que no conviven. Solo se puede pasear con una persona conviviente y el ejercicio es individual. Pues con afinar un poco la vista y prestar un poco de atención basta para darse cuenta de cómo abundan personas de todas las edades que van por la calle con un acompañante con el que no comparten techo.
Vecinas de más de 60 años que pasean contándose sus penas, amigos adultos que se escaquean o jóvenes y adolescentes que quedan con amigos o sus parejas. “Dice mi hermana que por culpa de gente como yo vamos a volver para atrás, que me voy a la calle sin guantes, sin mascarilla…”, le contaba una adolescente a su amiga el pasado lunes caminando por la estrecha calle Cisne. ¿En qué estarán pensando sus padres? En el Paseo de la O y las escaleras del Parque Magallanes se dispersan las parejas de novios que lógicamente se encuentran sin respetar la distancia de seguridad. Proliferan igualmente las comadres en mallas que caminan charlando sin esforzarse por disimular lo más mínimo.
En el siguiente nivel de sinvergonzonería, en un punto intermedio, aparecen los grupos de colegas que quedan con mascarillas y guantes (algunos) para beberse una litrona, comer unas pipas y que se encuentren sus perros, cada uno a un metro de distancia, a ratos, según la gente que les mire en ese momento. Uno de estos grupitos se reunía el pasado martes en ‘La Vía’ (Ronda de los Tejares para ser más formales. Un nombre con el que no me suele gustar referirme a esta avenida que rodea Triana porque lleva a equívoco con la calle Tejares y porque popularmente se le ha conocido siempre como ‘La Vía’). Sus integrantes hablaban de lo divino y de lo humano, del gobierno, del Covid -perdón, la Covid- y de la desescalada, como si ellos pertenecieran a una espacie de Olimpo desde el que contemplaran la existencia con un litro de Cruzcampo en un poyete, sin reparar ni un segundo en que ellos son actores de esta pandemia mundial y que están actuando de manera irresponsable.
Pasamos al nivel top de cachondeo e insolidaridad. Sorprendentemente, no son pocos los grupos de más de diez personas que se reúnen sin ningún tipo de medida de protección (ni guantes, ni mascarilla, ni distancias de seguridad), algo que queda en un segundo plano desde el punto de partida de que te estás reuniendo con un montón de gente. En el Charco de la Pava das una patada y salen siete. Escuchan música, beben, fuman y hasta juegan partidos de fútbol. Si alguno de ellos se contagia, le pega el virus a un familiar de riesgo y la vida de esta persona corre peligro, ¿de quién es la culpa? Sí, señoras y señores. Por supuestísimo que la culpa es y será siempre de Pedro Sánchez. Este nivelazo y cosas peores se leen algunos días por redes sociales, aunque algunos colegas de prensa y políticos no se quedan muy atrás.
Hablando de Pedro Sánchez. ¿Qué están haciendo él y sus compañeros de partido que nos gobiernan en Sevilla por parar todo esto? Pues bien poco. La actuación policial al respecto es casi inexistente. Ayer sobre las 21:45 horas, cuatro agentes en moto de la Policía Local se encontraban detenidos en el acerado de la Avenida Expo 92, la entrada a Sevilla por Triana desde Huelva. Los cuatro estaban mirando el móvil. A escasos metros, en el Charco de la Pava el cachondeo saltaba a la vista y la presencia policial era cero. El pasado martes, un día antes, un furgón de la Policía Local controlaba el acceso al Parque Vega de Triana por el túnel de ‘La Vía’ y, pocos metros más allá, una pareja de compañeros caminaba por la zona del Charco más próxima a ‘La Vía’ como inconscientes de que adentrándose menos de 100 metros en el parque se cometía una infracción cada quince pasos.
Hay una cosa que no alcanzo a comprender. Probablemente este sea el único momento de mi vida que recuerde en el que si la policía se dedica a multar sin piedad a todos los infractores la gran mayoría de la ciudadanía lo aplaudiría de forma enérgica. Y, sinceramente, pienso que basta con tres multas para que se corra la voz y la gente se ponga las pilas. No me creo que falten medios. En primer lugar porque los que están no están haciendo bien su trabajo. Y en segundo lugar porque cuando las calles estaban vacías hemos tenido hasta a la UME. Ahora, que es cuando más falta hace control en las calles para impedir que el virus se desmadre de nuevo, ¿dónde están todos los recursos del estado de alarma?
Me apuntaban ayer la teoría conspiranoica de que están dejando que nos contagiemos controladamente para que la gente se vaya inmunizando y no nos estanquemos en un confinamiento perpetuo hasta que haya vacuna. Pero, realmente, no creo que haya unos psicópatas jugando con los hilos de nuestras vidas para salir cuanto antes de la pandemia. De lo que estoy convencido es que hay que actuar ya y de manera drástica o los contagios se multiplicarán. Veremos lo que pasa en los próximos días, pero o la cosa cambia o antes de lo que esperamos solo podremos salir otra vez a la compra, a la farmacia y a tirar la basura. “Ni la salud, nonainonainoná, la libertad…”. Pero sin salud no hay libertad y sin libertad no hay salud mental. Ambas van de la mano y las dos corren peligro.
Otro de la Gestapo, que pesados sois!
Vamos a estar encerrados hasta que tú quieras tontorrón