Una apuesta insegura

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Pablo Pozuelo

Periodista


<<Botellín a 90 céntimos y surtido de ibéricos a diez euros>>. Suena tentador, ¿verdad? Carteles de este tipo son los que se encuentran desde hace algún tiempo todos aquellos que pasean por la calle Pagés del Corro. Podría parecer la oferta del siglo si no fuera por la verdad que esconde detrás. A base de descuentos en comida y bebida, varios locales dedicados a las apuestas deportivas pretenden comprar las almas de los incautos que acaban cayendo en sus redes. Una tentación que le puede salir cara, literalmente, a más de uno.

Igual que el fútbol, en nuestro país adoptamos la costumbre de las casas de apuestas (o salones de juego) por la influencia de los ingleses. De hecho, uno de los grandes reclamos que utilizan es el deporte rey, tanto a la hora de apostar como en los grandes patrocinios que sustentan gran parte de la economía de los equipos. Combinación peligrosa si tenemos en cuenta las pasiones que despierta el fútbol entre los jóvenes. Con edades tempranas, vemos a muchos de ellos derrochando unos ahorros que podrían gastar mejor en formarse para el futuro o saliendo con sus amigos. Saliendo de forma sana, que conste. No todo vale.

Estas casas de apuestas son auténticas trampas en las que puede ser fácil entrar, pero muy difícil salir. El otro día, pasando por la puerta de una de ellas, pude fijarme en la oscuridad que reina en su interior, sin más luz que la emitida por las máquinas y las televisiones donde están echando el partido de turno. Una técnica para hacer perder la noción del tiempo a sus desafortunados clientes, para los que no dejan otra solución que la de gastar y gastar hasta quedarse sin nada para poder salir de la mencionada trampa donde cayeron. A veces puede caer algún día aislado de buena suerte. Que no se engañen, la balanza siempre estará en contra del consumidor y a favor de la empresa que se lucra con ello. Si no, evidentemente, no saldría rentable.

Familias enteras han acabado arruinadas por culpa de una lacra a la que debemos ponerle solución, o habrá muchas más vidas afectadas. Según publicó hace unos días Diario de Sevilla, el número de salones de juego se ha triplicado en algunos barrios de la capital. En Triana hemos visto cómo han ido aflorando durante los últimos años.

Ya están surgiendo muchos movimientos de protesta a la aparición de estos tentadores locales y las empresas que los gestionan. Estas iniciativas ciudadanas están trabajando duro por ello. Ojalá que sirvan de inspiración y presión para que las autoridades tomen medidas firmes y se atrevan a regular el asunto de las apuestas. Ya se ven algunos atisbos, pero queda mucho por hacer.

Por cierto, y ya para acabar, si buscáis buenas ofertas de botellines en Pagés del Corro, hay algunos bares que las tienen mejores, y en un ambiente más acogedor. No voy a decir el nombre por aquello de la publicidad gratis, pero solo tenéis que buscarlos. Si os animáis, por allí nos vemos para seguir hablando de las cosas de nuestro Barrio.

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