Coronadiario

· Publicada ·


María del Mar Ramírez Alvarado

@marramirez

Decana de la Facultad de Comunicación de Sevilla


Pasado remoto, Nochebuena de 2019, Roma: cenamos en un restaurante en Piazza Nabona y nos hacemos una foto en la Fontana dei Cuattro Fiumi, cuánta belleza. Día de navidad: llevo a los míos al Vaticano a ver la bendición Urbe et Orbi; me acompañan protestando, todo hay que decirlo, pero aguantan el tirón. 26 al 30 de diciembre: vamos y venimos por esta ciudad maravillosa. 2019, último día: vuelo de vuelta a Sevilla. Cena de fin de año y hasta Reyes: cierta normalidad. Empiezan las clases y mi hijo Adolfo tiene mucha fiebre y tos: tres visitas a urgencias (incluyendo una en la que el médico me invita a tener paciencia, pero la tos y la fiebre le duran una semana). Nunca lo había visto tan mal. Nos contagia a todos en casa, aunque ninguno enfermamos tanto como él. Por estos mismos días: empiezo a dar seguimiento a las noticias del Coronavirus en Wuhan. Sopa de murciélago, pangolines, cría de animales salvajes. No creo que esto llegue aquí. Vuelta al trabajo: una compañera de Facultad está muy nerviosa por lo que se nos avecina, creo que exagera e intento calmarla. Avanza el mes de enero: cierre de Wuhan, primeras teorías: es un virus mutante escapado de un laboratorio chino, ha sido creado por una empresa farmacéutica que ya tiene la vacuna, terrorismo internacional, arma biológica. 31 de enero: un paciente alemán ingresado en La Gomera, primer caso Covid-19 en España.

Febrero: clases, reuniones diversas, algunos actos sociales de aquel pasado prediluviano. A mediados de este mes: empiezan a darse de baja grandes empresas y los organizadores deciden cancelar el Mobile World Congress de Barcelona; se analiza en detalle el impacto económico y todo lo que perderían comercios, hosteleros, taxistas, etc. Las autoridades hablan de “alarmismo psicológico” y denuncian una “epidemia mediática y de miedo” vinculada a intereses económicos y políticos contra el evento. 24 de febrero: el Coronavirus ya tiene cuenta oficial en Twitter – @Coronavid19: “Me encantan los cruceros” o “Mi súper héroe favorito: Batman” y “Así me gusta, Francisco” (con el re-tweet de alguien que llevaba la noche con fiebre pero estaba duchándose para ir a trabajar). Finales de febrero: cientos de contagios en Lombardía, Véneto, Emilia-Romagna y Piamonte… aunque allí estaba Lorenzo Milá en el telediario para calmarnos.

4 de marzo: una alumna de mi Facultad escribe avisando que había viajado a Italia, le han hecho la prueba y, a la espera de los resultados, estaba en cuarentena. 5 de marzo, 16 horas: me confirman el positivo por Coronavirus de esta estudiante. Llamo a Prevención de Riesgos Laborales. Hablo con unos y con otros, pregunto, me dicen que tengo que esperar el informe de epidemiología, pido que cierren la Facultad… demasiada calma a mi alrededor, parezco histérica aunque no lo estoy. El protocolo sanitario determina que quince alumnos y cinco profesores habían estado en contacto cercano con nuestra alumna. El edificio comienza a desinfectarse en profundidad y la instrucción de las autoridades sanitarias es la de seguir haciendo vida académica normal. 6 de marzo: visita a mi Centro programada en la campaña de elecciones a Rector de la Universidad de Sevilla, fijada con anterioridad, presencia masiva del equipo rectoral en apoyo que agradezco. No tengo cabeza para esto pero había preparado un documento y sigo el guion pidiendo que nos aumenten el presupuesto. En los días previos había estado con tres de los profesores confinados, beso mediante de saludo y de despedida. “Madre mía, ¿y si tengo Coronavirus y se lo contagio a todos?”, pienso. Apocalipsis now. Reprimo estas ideas. Ese fin de semana: el sábado, me tomo la temperatura en varias ocasiones, no vaya a ser…; el domingo: salgo a correr por el río y veo la Manifestación del 8M pasando por el Puente del Cristo de la Expiración (primera vez en años que no voy, siento un pellizquito). Semana del 9 al 13 de marzo: vuelta al tajo el lunes con la instrucción de transmitir tranquilidad. Reuniones varias incluida de Comisión de Seguimiento para el caso diagnosticado en nuestra Facultad. Tengo demasiado revuelo y cancelo mi asistencia a la Escuela Doctoral de Primavera del Doctorado Interuniversitario en Comunicación en la Universidad de Cádiz que finalmente celebrará solo la primera de sus jornadas. Sábado 14: salgo en bicicleta (¡oh, añorado tesoro!), poca gente en el camino. En la noche, pegada a la tele: cambio de escenario y estado de alarma. Primer día de cuarentena: esto tenían que haberlo hecho antes, entro en bucle culpando a los políticos. Segundo día de confinamiento: ¿qué haremos ahora?, ¿cuánto durará esto? Me evado recibiendo y enviando memes, qué creativa es la gente.

A partir de entonces he pasado por distintas etapas que siguen alternándose. Fase conspiparanoica: nos están ocultando datos, todos vamos a pasar por esto, hay más infectados y muertos de los que dicen, cualquiera puede ser portador y no manifestar síntomas. Fase “esto tiene sus ventajas”: puedo leer, escribir, ver películas y series, escuchar música, terminar un artículo que lleva meses estancado, cocinar, no me pongo despertador (aunque me levanto a la misma hora), me tomo un vermut casi a diario intercalado con alguna cerveza y me digo “mejor la Gamma GT –que siempre tengo alta y el alcohol no ayuda– que el virus”. Fase “teletrabajo a toda mecha”: cómo se organiza la universidad en tiempo de pandemia, mi Facultad, docencia online (pros y contras), reuniones virtuales y, antes de pasar a la fase rebelión en la granja”, apoyo mutuo importante en el WhatsApp de la Conferencia de Decanos y Directores de Centro US que echa humo. Fase “angustias vitales”: la debacle de la economía, el desempleo, la brecha digital, mis mayores, que no se expanda el Coronavirus a Venezuela… voy a engordar…. Fase “resistiré/color esperanza”: experta en tutoriales de fitness y body combat en inglés para practicar; suscripción a plataformas de TV digitales que faltan en casa; hilo a diario en Twitter sobre fotografía del XIX (despierta poco interés pero ahí sigo), ordeno fotos, hago llamadas en grupos intercontinentales con mi familia y amigas, aplauso puntual a las 20 con nuevas amistades de vecinos, me pinto los labios para tirar la basura.

Y ya vamos saliendo en esta fase 1 rogando que no se produzca ningún repunte. Noticia de los días pasados: probabilidad de muchos más Covid-19 diagnosticados como gripes normales. Cuando se pueda, porque sigue siendo complicado, quiero que al menos mi hijo se haga la prueba. A lo mejor estamos inmunizados y no lo sabemos…

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